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ABC Cultural

«Cous-cous y churros», inmigrantes en la España de hoy

«Cous-cous y churros». Autores:

Juan Antonio Lumbreras y Alfredo Sanzol. Intérpretes: Juan Antonio Lumbreras, Eva Trancón, Vicente Colomar, Lucía Quintana, Paco Déniz, Natalia Hernández. Dirección: Alfredo Sanzol. Sala Cuarta Pared, Madrid.

La compañía Producciones del Callao está compuesta por algunos de los mejores alumnos de las últimas promociones de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. Son actores a los que no es infrecuente encontrar en espectáculos de carácter, si se quiere, más convencional, pero que de vez en cuando se reúnen para ofrecer trabajos más personales y fuertemente comprometidos con el tiempo que les ha tocado vivir. Ese fue el caso del montaje con el que se dieron a conocer, una adaptación de «Como los griegos», de Steven Berkoff, que está entre los mejores vistos en Madrid durante el pasado año y que fue un lógico candidato a uno de los premios Max. El excelente texto del dramaturgo británico proponía una relectura contemporánea de Edipo, con Londres convertido en una nueva Troya asolada por una maldición que sólo un hijo de las cloacas es capaz de destruir.

En «Cous-cous y churros» se recupera el contraste entre poderosos y afligidos que ya existía en «Como los griegos», y se hace con el mismo sentido cáustico, insobornable y divertido. La historia de un inmigrante marroquí que intenta conseguir la residencia en España mientras la Presidente del Gobierno español pretende expulsar a todos los árabes en parecida situación, es tratada como un esperpento: sal gruesa, situaciones descacharrantes, parodia... La clave interpretativa va por el mismo terreno, y demuestra la gran preparación física y expresiva de estos actores que se entregan a un frenesí constante sin apenas un instante de reposo.

La brutalidad de la acción se corresponde con la interpretación siempre vibrante, como ya ocurriese en «Como los griegos». Sin embargo, lo que no hay aquí es un texto tan bien trabado, y llega un momento en que ese ritmo llega a fatigar. «Cous-cous y churros» tiene una hora u hora y cuarto de gran intensidad, pero a partir de ahí la inventiva comienza a acabarse, las escenas empiezan a parecerse excesivamente a otras ya vistas, la anécdota deja de crecer, se embarrulla y se vuelve confusa, y el final se hace de esperar. Son problemas que podrían solucionarse con una revisión de la escritura que eliminase reiteraciones y dispersiones y concentrase la acción en aspectos más definidos. Pero esto no significa que «Cous-cous y churros» sea un espectáculo desdeñable; al contrario, es una nueva demostración del mucho talento aunado en esta compañía, pues, fuera de lo que son los aspectos de dramaturgia, el trabajo de dirección e interpretación es del mayor interés.

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